14 de enero de 2007

La Cruz de Oro - Cap. I

La Cruz de Oro
Capitulo I: Bajo la Cruz de Oro

Mi corazón late muerto y alborotado,
el deleite de la decadencia se pasea ante sus ojos,
quebrajando los hilos de la conciencia y la cordura,
volviendo espesa la bruma de la locura en su interior.

Cada golpe duele y conmueve mis ojos,
mi pecho se infla como un gusano recién alimentado,
solo falta el pie, el justiciero que lo reviente,
que lo haga estallar para esparcir su sustancia en este suelo infértil.

En cada pestañeo los segundos se vuelven inmortales,
volviendo la existencia miserable y poco grata de vivir,
perdiéndola entre gritos insonoros,
amarrándola a la desesperanza de los muertos.

Y tú, tú ángel misericordioso me observas quieta y sorprendida,
majestuosa y extrañamente cautivada,
admirada por el accionar de tu Dios insaciable,
enamorada del dolor que corre por cada una de mis venas.

Y yo… yo simplemente suspiro ante tu rostro perfecto,
ante tus alas blancas y grandiosas como la punta de un volcán virgen,
simplemente suspiro y me encanto con tu cuerpo desnudo,
con el rosado de tu piel que transmite un suave y tibio calor.

Pero cada vez que en segundos eternos mis ojos se cierran me alejo de tu imagen,
de tus ojos inocentes y encendidos por mi sufrimiento, por mi angustia.
Tu mirada esta llena de cuestionamientos y preguntas,
a un paso de pecar y al mismo tiempo a un paso de probar a Dios tu falta de lujuria.

Mis costillas se estremecen entre espasmo eléctricos,
al tiempo que los golpes desarman mi pecho,
grito para tus oídos como un niño desesperado,
con la boca cerrada, con la garganta muda y con la cara carente de expresiones.

¿Simplemente observaras mi ángel pecadora?
Ven, toca mi pecho que se desarma en cada latido,
siente como mis costillas se estremecen cada vez que inhalan aire,
escucha de cerca los gritos que deleitan los llantos de tu alma.

Toma mi mano que apenas puedo elevar hacia tu cruz y perdámonos para siempre,
déjame enseñarte la santidad de los pecados, enséñame la maldad del sano actuar.
Toma mi mano que en pocos segundos caerá rendida junto con mi cadáver y sanemos nuestros espíritus,
déjame romper esa cruz y cortar tus alas, dejaré calmes mi corazón para fascinado ensangrentar las mías.

Así, ven a mí como yo voy hacia ti,
probaré el cáliz de la vida en tus labios mientras tu pruebas el de la muerte en los míos,
cubriré en un abrazo apretado tu cuerpo y consumaremos nuestro acto prohibido y condenado,
tu sangre en mi sangre, mi sangre en la tuya, desde hoy hijos y amantes de la luna.

Vampiroscuro
13/01/2007

0 comentarios: