5 de febrero de 2007

La Cruz de Oro - Cap. III

La Cruz de Oro
Capitulo III: Testigo

En las tierras altas la santa y el pecador han sido condenados,
sus rostros pálidos por la falta de vida descansan inertes,
a lo lejos parecen dos formas ya muertas que se preparan a nacer,
contemplándose, admirándose, idolatrándose.

La musa entre las espinas de metal se desase para el deleite de su amante,
su amante encadenado a los azotes del justiciero salpica gotas inmortales en regalo a su doncella,
enajenados al dolor, idos y perturbados por el otro,
deseando solo que todo acabe para poder estar juntos, pero solo acabará con sus cuerpos muertos.

Nosotros solo observamos, somos testigos mudos de los dioses,
asombrados por la escena en millones de años jamás vista,
dos gusanos jugando a ser mariposas
dos moribundos jugando a ser señores.

Los pezones del ángel se endurecen como una rosa que se duerme a la noche,
al tiempo que su cuerpo entero se llena de pequeñas contracciones,
su espalda se encurva como una babosa al sol,
pero lenta, suave y delicada ante el dolor que se cala por sus venas.

Su rostro se mueve sutil y lento de un lado a otro,
mientras que los ojos los sostiene fijos y atentos al espectáculo que brinda su amante,
en sus labios ya no hay fuerzas,
y los susurros parecieran perderse sin poder llegar a su destino.

El demonio pareciera morder su lengua y contener los nervios del rostro,
todo su cuerpo se retuerce por si solo con cada marca que dejan los látigos.

Las nubes estremecen sobre la Cruz de Oro conteniendo sus lágrimas,
por ahora solo se permiten refrescar los azotes con una cálida brisa.

Los dedos parecen despojos de algún cuervo dejo allí olvidados,
y el negro de sus alas pareciera desteñirse con la sangre que las cubre,
no creo en su garganta allá mas que cuajos de sangre pudriéndose,
es fuerte, pero no lo suficiente para los azotes descontrolados de un condenador.

En sus muñecas están las marcas y tres agujeros que calan a ver sus venas,
las cadenas celestiales han hecho, al parecer, bien su trabajo,
la mueca en forma de grito de su cuello estremece nuestras miradas,
parece una animal deforme y herido que se revuelca desesperado para alcanzar a la manada.

El espectáculo es solo digno para lo que guardan sus corazones,
han hecho llorar al cielo y al infierno, a la vida y a la muerte.

Sus almas se rehúsan a quemarse y sus ojos ahora brillan ante el brillo de la luna,
¿Se podrá levantar el demonio y cortar las alas de su ángel para escapar a donde nadie jamás ha ido?

Solo me queda inclinarme como un sirviente ante su rey,
¿Ella tendrá la fuerza para besar sus labios y beber su sangre oscura?
Mis lágrimas también acompañan su dolor,
¿Tendrás demonio la fuerza para en los confines del universo luchar herido una vez mas por tu ángel moribunda?

La lluvia cae...
Que el universo se apiade de sus almas...


vampiroscuro
16/01/07

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